Podría decir que este verano he ido poco a la playa y, en consecuencia, he disfrutado poco de la arena. Y es cierto. Y quizás eso hace que las veces que acudo a los arenales, los disfrute con mayor intensidad.
En mi viaje relámpago a Asturias, he podido disfrutar de la Playa de Serín. Antes incluso de llegar a bajar las maletas del coche.
Llegados a este punto creo necesario explicar que siempre procuro llevar una mochila en el maletero del coche, por si acaso aparece la ocasión de baño, con protector solar, una toalla y mi único bañador (esto último es un «por si acaso» del «por si acaso»).
Marcado en el GPS la «Playa de Serín» me ha llevado directamente al aparcamiento, que no es muy grande pero bien situado y fácil de llegar.

Siguiendo esa dirección, lleva a un cruce de caminos y justo hay que ir por el lugar mas complicado.

Para ser justos hay que decir que el camino se encuentra como se ve en la imagen en «casi» su totalidad. La falta de mantenimiento, desplazamientos de tierra y demás posibles causas, hace que a veces sea complicado el transitar por el. En ocasiones la pendiente es bastante pronunciada y, sobre todo en la parte final, el acceso a la playa es complejo.

Pero una vez llegado allí, sientes que ha valido la pena (las horas de viaje y la bajada a la playa), ya que te encuentras en un lugar con unas vistas idílicas.


A pesar de las dificultades del acceso al arenal, una vez que logras pisarlo, te das cuenta de que se encuentra formado por arena, guijarros, piedras y rocas, dependiendo de la zona, lo que hace que puedas elegir un lugar perfecto para colocar la toalla.
Cuando he llegado la poca gente que allí había a esas horas se encontraban recogiendo, que aunque no era muy tarde, el acantilado que tienes a las espaldas hace que se convierta en una zona de sombra al pasar las 18.00 horas aproximadamente (fechas próximas al equinoccio de otoño).
GPS (Google Maps): 43.55450, -5.614315